Y aquí estoy pensando en tu cuerpo. Pero como es que acabe en esto. Casi siempre hay más preguntas que respuestas, y tu eres una de ellas.

Recuerdo ese fin de semana, en el cual tus gemidos y los míos creaban una sinfonía de placer para los voyeristas empedernidos. Recuedo tus labios junto con los mios, y como de poco a poco los bajas hacia mi miembro. Donde como si de una paleta se tratase, lo lamias de la forma más detallada posible.

Recuerdo tener tus pechos en mis manos, frotarlos y apretarlos. Para que sintieras las yemas de mis dedos.

Recuerdo como disfrutaba de lamerlos como si de un helado se tratara, pasando mi lengua y boca en tus pezones y areolas, mientras sentía tus manos pasar por mi cabello.

Recuerdo tu magnífica vagina, que era mi fuente de alimento, como disfrutaba tanto explorarla y saborearla. Sentías mi lengua y dedos en ella. Tu clitoris y labios inferiores me pedían a gritos que nunca me detuviera. Y cómo disfrutaba que tu mirada y tu voz, llegaban a un delicioso extasis en cada segundo y minuto que pasaba.

Aún sigo viendo tu cara de deseo, pidiéndome más y más mientras te follaba frente al espejo. Escuchar decir mi nombre y yo el tuyo. Aún recuerdo mientras estabas encima de mi y sentía tus muslos y piernas. Pero como disfrutaba el tocar y nalguear tu trasero, tan suave y duro en cada momento.

Aun recuerdo jalarte del pelo, mientras hacíamos la ya tan famosa posición canina que todos identifican. Sentir mis testiculos golpear tus glúteos. Y volver a escucharte entonar esa sinfonía de gemidos, como si de una gran cantante de opera fueses.

Pero lo mejor siempre lo dejábamos al final cuando me pedías que eyaculará en diversas partes de tu cuerpo. Cómo si de un Picasso me tratase, y me dejabas pintar sobre tu cuerpo, la más fantástica obra jamás antes realizada.