Tengo la fantasía de encontrarme en algún lugar donde haya vestidores y regaderas para hombres y mujeres, como por ejemplo un club deportivo, un balneario, un gimnasio o algo así.

Me imagino que me encuentro en ese lugar por primera vez, así que no conozco bien las instalaciones, ya que el lugar es muy grande, y estoy en un horario en que prácticamente no hay nada de gente y los asistentes somos muy pocos.

Finalmente, me retiro del lugar para ducharme, pero me equivoco y me meto sin darme cuenta a las regaderas de mujeres. En un principio, no me encuentro con nadie, por lo que me desnudo y, con una toalla en la mano, me dirijo a las duchas.

No veo a nadie al principio, sin embargo, alcanzo a oír el sonido de una regadera en las duchas del fondo, por lo que no le doy importancia, así que procedo a bañarme también.

De pronto, cuando salgo de la ducha y me estoy secando la cabeza, me encuentro de frente con la otra persona que también se estaba bañando: es una mujer de cuerpo curvy, tetas redondas y suculentas y, sobre todo, un perfecto triángulo púbico negro entre sus torneadas piernas.

Los dos nos vemos sorprendidos y, como yo soy el intruso, temo que ella comience a gritar y a acusarme de degenerado, sin embargo, sólo me dice "hola" con una sonrisa tímida. Yo le contesto con un "hola" también y una idea terrible cruza por mi mente: ya que estoy aquí y posiblemente me arresten por invadir las duchas para mujeres, al menos tengo que probar ese delicioso triángulo negro que me ha obsecionado.

Le dijo al chica: "perdóname, pero tengo que hacerlo", ella reacciona confundida, porque no sabe de estoy hablando, así que me arrodillo frente a ella y, antes de que pueda reaccionar, le levanto la pierna izquierda y la apoyo contra mi hombro derecho y hundo mi cabeza entre sus piernas. Ahí comienzo a lamer sus labios exteriores e inferiores, chupé, lamí, le mordí el clítoris, le metí la lengua adentro mientras ella se retorcía de pie, me decía que parara, pero su mano derecha sujetaba mi cabeza y, con fuerza, la hundía más y más en su sexo que olía delicioso.

En medio del frenesí le contesté: "me detendré hasta que te desmayes", ella no dijo nada, solo gimió y no apartó su mano de mi cabeza.

Finalmente, ella se vino con un orgasmo descomunal en mi cara y yo feliz, tratando de tragar todo aquel néctar de los dioses.

Al terminar, nos volvimos a bañar nuevamente y cada quien salió por su lado, pues fue un momento de locura que sabemos tal vez no se vuelva a repetir.