Basándome en sus reacciones que pude observar deduje que ella había tenido a esas alturas al menos un par de buenos orgasmos. Eso es algo que cuido mucho, la verdad, me esfuerzo porque mi pareja disfrute, que goce del sexo conmigo, a veces hasta me obsesiona su placer, mi fantasía más loca y recurrente es llevar a una mujer casi hasta la locura, hacer que diga incoherencias y que se pierda prácticamente, abandonándose al disfrute del placer sexual. Acompañarla a un estado de éxtasis.

El caso es que en ese momento me pareció que todo iba bien con la conta y creí prudente cambiar la dinámica. Entonces me puse en pie. "¿Lo quieres, conta?", le dije, sacudiendo mi pene frente a ella. "¡Sí, sí... métemelo, métemelo...!" dijo jadeante, me incliné para darle un buen beso de lengua y luego procedí a acercarme para penetrarla. Ambos estábamos muy mojados, así que usé un pedazo de la toalla sobre la que estaba ella acostada y le sequé un poco la vulva, ella al parecer estaba muy sensible porque hasta el roce de la tela lo sintió estimulante y agradable.

Me acerqué lentamente a su pubis, ambos sosteníamos sus piernas en el aire, yo estaba tan firme que pensé que no tendría problemas para entrar. Fue un poco difícil apuntar, hice dos intentos que toparon con su piel sin encontrar el camino, ella quiso colocarlo en posición correcta pero le pedí que esperara, entonces hice un movimiento deslizando mi pene, hacia un lado, hacia arriba y luego hacia abajo y por fin encontré el camino.

El glande se acomodó entre sus labios y de inmediato percibí una sensación tibia y húmeda muy agradable. Empecé a empujar despacio, abriéndome paso, abriéndola a ella, su humedad se sentía estrecha y caliente, completamente delicioso. Se lo dejé ir todo, lentamente, hasta topar su pubis con el mío. Hice unos pequeños movimientos circulares y luego empecé a retirarme. Antes de salirme completamente volví a empujar hacia adentro y empecé a agarrar ritmo.

Cada vez más rápido y duro, escuchar sus gemidos y el sonido de nuestros cuerpos chocando elevó mi excitación al máximo. En muy poco tiempo llegué al punto de no retorno y no quise ni intentar aplazarlo, así que me dejé ir, bombeé y bombeé y en el momento indicado retiré mi miembro, lo tomé y empecé a hacer movimientos masturbatorios y con sólo unos cuantos finalmente eyaculé sobre su abdomén.

Conté hasta tres oleadas calientes y luego dejé de contar, creo que fueron en total cinco o seis. Al final sacudí mi miembro un poco y todavía algunas gotas salpicaron sus piernas y mi abdomen. Para terminarle di unos golpecitos con mi verga sobre la vulva y la froté un poco en la zona del clítoris. Puse parte de la toalla sobre ella y entre besos nos abrazamos jadeantes.

Unos minutos después y tras otro breve paso por la regadera me tomó de la mano y me condujo a la cama. Repetimos otras dos o tres veces más antes que yo me fuera, en plena madrugada porque el jefe iba a pasar a recogerla temprano y no queríamos hacer de nuestra aventura un chisme.