Había un bar muy tranquilo cerca del antro de donde salimos, la verdad es que nunca había ido, sólo lo había visto por fuera y tenía curiosidad por entrar, era tipo pub irlandés o algo así, pensé que era buena idea por lo cercano y porque sabía que vendían comida también.

Ella aceptó ir ahí, llegamos caminando, aproveché para presentarme y ella me dijó también su nombre: Aída. Era una chica esbelta aunque de linda figura, cabello ondulado, negro, piel apiñonada. Llevaba un vestido color gris claro, ni muy corto ni muy largo, sin mangas, ajustado con un cinturón negro y usaba zapatillas de tacón medio grueso. Pensé que como apenas nos estábamos conociendo lo mejor era sentarnos en la barra, sólo que ella sugirió irnos a una mesa.

Había algo que me parecía extraño, a pesar de que estaba ahí y parecía dispuesta a departir, en su rostro se veía a leguas una expresión desencajada, como incómoda, molesta o preocupada. Le ofrecí pedir algo de comer pero no quiso. Como me había dicho que ya había bebido suficiente y yo no tomo alcohol le propuse tomar un café o una limonada y prefirió lo primero.

Así fue que pedimos dos cafés. Se me ocurrió empezar la conversación preguntándole cómo se sentía.

- ¿Estás bien? Pareces preocupada.

- No es nada, sólo que tengo dos pequeños asuntos... - y terminando de decir eso por fin se le escapó una sonrisa aunque todavía como con un poco de fastidio.

- ¿Quieres platicarlo? Quién sabe, a lo mejor te puedo ayudar...

Me hizo una seña con el índice de la mano izquierda, indicándome que me acercara para que me pudiera hablar confidencialmente.

- Ando caliente.

La confesión me recorrió en forma de descarga eléctrica desde el oído reverberando en mi cerebro golpeando a lo largo de mi espalda hasta el culo y el pubis, y más abajo, en las piernas.

- ¡Ah, vaya! Bueno, si te puedo servir en algo... - respondí. Ella volvió a sonreír levemente, agachando la cabeza a un lado.

- ¿Sabes? Tenía una cita con un amigo... me dejó plantada. Hemos estado coqueteando por un tiempo y hoy me le pensaba lanzar... pero el güey nada más no me pela...

- A lo mejor no se ha enterado...

- Hemos estado a punto de besarnos, ¡claro que sabe que me encanta el güey! Pero no le gusto, nunca le he gustado y aunque me le pusiera enfrente, encuerada, nada más no. Y ni modo.

- Qué te puedo decir, no lo entiendo; eres muy bella - dejó escapar una risita extraña, como de sorna mezclada con un cinismo incrédulo.

- ¡Sí, claro! - respondió.

- Es en serio y lo sabes, Apuesto a que cualquiera en este bar estaría más que feliz de tener alguna chance contigo, empezando por mi. - Sonrió un poco.

- ¿A dónde me vas a llevar? - me preguntó, vacilé un poco, no podía decidir llevarla a la casa porque corría el riesgo de que a medio acto llegaran mis compas enfiestados y me estropearan todo, entonces le dije que a un motel que estaba en un punto medio.- ¿A qué hora nos vamos? - Preguntó entonces.

- En cuanto nos pongan el café para llevar - Le dije mientras llamaba al mesero para hacerle el pedido y solicitar la cuenta.