Y así se fue dejándome como otras veces me han dejado otras mujeres. De pie, desconcertado y trémulo. Terminó por irse y tuve que salir del marasmo en que me dejó sumido con sus palabras para abordar mi autobús.

Alrededor de media hora después de llegar a mi casa, justo acabando de tomar una cena ligera recibí un mensaje. Y no era de nadie sino de Karina, lo que me sorprendió muy agradablemente e iniciamos una conversación.

- Hola, soy Karina, ¿ya estás en casa?

- ¡Hola, qué sorpresa y qué gusto...! Pero... ¿cómo tienes mi número...? Yo no te lo dí...

- Lo conseguí por ahí.

- Ah, bueno... está bien, supongo que ya llegaste a tu casa...

- Sí, hace un rato... ¿y tú?

- Sí, llegué hace un rato.

- Qué bueno. Y pues sólo quería... decirte buenas noches.

- Hombre, gracias, qué amable. Buenas noches a ti también, que descanses, que sueñes con los angelitos y muy bonito- Ella rió.

- Gracias. Tú también, sueña con los angelitos.

- No, gracias, prefiero soñar contigo...

- Vas a tener pesadillas...

- Para nada, ¿eh? Al contrario, son sueños más bonitos...

- ¡Ja! Estás loco...

- Así es, y tú sabes por quién.

- No, no sé. ¿Por quién?

- Por ti. Estoy loquito por ti.

- ¿Ah, sí?

- Totalmente.

- Mmmhh... bueno. Oyes, ¿sabes qué?

- ¿Qué?

- Vas bien, vas bien...

- Qué maravilla saberlo. ¿Y sabes qué? ¡Espero estar mejor todavía! No sé, ojalá... Y bueno, ¿te veré mañana?

- ¡Ay, no...! Mañana es mi descanso... voy hasta el sábado...

- ¡Híjole! Yo descanso sábado y domingo...

- Bueno, uno de estos días nos veremos... pero si quieres... podrías llamarme o mandarme mensaje...

- Eso es un hecho.

Así nos despedimos. Yo no sé si ella habrá realmente dormido bien porque yo no. Ahora me sentía más inquieto por ella.