Si antes ya me sentía muy "curioso" sobre Karina, ahora me sentía como hechizado; una obsesión por sus besos, por su cuerpo, una pasión carnal urgente. Un deseo irrefrenable de posar y pasear mis manos por toda su piel y por poseerla con vigor, con un ardor capaz de contagiarla y encender en ella las pasiones más ardientes.

Yo creo que se notaba en mi mirada mi ardiente pasión, la lujuria malamente contenida en mi ser, intentaba no ser descarado ni demasiado obvio pero era inevitable que mis ojos se fueran tras de ella al verla andar por ahí, la seguía con la mirada con gran interés, a la distancia, imaginando, fantaseando con compartir con ella la desnuda intimidad de nuestros deseos carnales.

Pero se me complicaba acercarme a ella, pasaron incluso semanas sin que tuviera la oportunidad de coincidir con ella en algún servicio. Ella además, aunque es bastante accesible muchas veces, también suele ser bastante huidiza y generalmente en el trabajo se hace acompañar de amigas por lo cual no me resultaba tan fácil acercarme y hablarle discretamente.

Una vez en forma inesperada la encontré en la parada del autobús, ella debe tomar dos para llegar a su casa y el primero de ellos puede ser uno de los que yo uso para llegar a la mía (son tres rutas, las que me llevan). Como salimos un poco tarde no podemos darnos el lujo de esperar mucho tiempo porque corremos el riesgo de quedarnos ahí, varados, así que, por lo menos yo, imagino que ella igual, uso el primero que pase.

La parada estaba algo solitaria, quiero pensar que quizá haya sentido algún alivio por ver a alguien conocido, llegué a su lado y la saludé. La conversación fue ágil pero corta, a los pocos minutos se apareció un autobús, yo me estaba yendo por el problema del horario y el riesgo de que no hubiera más transporte después, ella había pensado quedarse pero rápidamente la convencí de que se subiera. El autobús iba casi vacío y nos sentamos juntos.

Habernos subido implicaba que tendríamos que caminar para tomar otro y completar el viaje, me animé a intentarlo y me propuse no despedirme de ella sin al menos haberle pedido una cita.