Así que ella me desnudó primero, una vez que me tuvo como quería casi se abalanzó sobre mi miembro erecto, con una mano lo atrapó firmemente, apretándolo, y dedicó la otra a acariciarme las bolas. Yo metí las manos bajo su falta para quitarle la panty y me encontré con la sorpresa de que llevaba puesta una tanga. Se la bajé apresuradamente pero por un fetiche que tengo, un gusto medio peculiar en realidad, no se la quité completamente y se la dejé hasta los tobillos.

Luego cayó su falda, sin mucha dificultad. Me habría gustado dejarle la tanga enrollada en los tobillos pero no resultaba práctico en el momento y se la tuve que sacar del todo. A estas alturas ella ya le había dado unas buenas sacudidas a mi miembro y empezaba a lamerlo y chuparlo. Por suerte todo el tiempo tuve las llaves en la mano, pero tuve que interrumpirla para recoger la ropa y ponerla encima de un lavadero que hay por ahí. Ella se incorporó pero antes de dejarme hacer la faena me dio un gran beso.

Una vez que acomodé nuestra ropa ahí procedí a abrir la puerta. Me habría encantado verla caminar delante de mí, meciendo las caderas y sacudiendo el culo, pero quise comportarme un poco más atento, terminé de abrir la puerta y la tomé de la mano, la hice pasar, nos detuvimos para cerrar y la conduje así, tomados de la mano hasta la habitación, que eran sólo un par de metros. Esa puerta estaba abierta, nos detuvimos justo afuera de la recámara porque tuve una ocurrencia. La tomé para cargarla, nos introdujimos y la coloqué lo más gentilmente que pude en la cama.

Prácticamente ya estábamos en posición pero, otra vez, la idea era pasar un muy buen rato, mi prioridad era su -de preferencia SUS- orgasmo(s). De cualquier forme me acosté con suavidad encima de ella, sólo medio cuerpo, en realidad, me acomodé de la mejor forma que pude para besarla y tener la mayor cantidad de piel al alcance de mi mano. Mientras nuestras lenguas se acariciaban mi mano hacía lo propio con su abdomen, con sus nalgas y sus piernas, me bajé un poco para lamer sus delicadas tetas y metí una mano debajo de ella para tomarle mejor el culo.

Sus pezones estaban muy sensibles, cada lengüetazo, cada leve mordisco la hacían retorcerse, estremecerse y soltar sensuales gemidos. Ella estaba lejos de estar pasiva, intentaba también acariciarme, sus manos tibias provocaban que saltaran chispas en mi piel, pequeñas descargas eléctricas me recorrían arrancándome leves exclamaciones de placer. Mi mano por fin alcanzó a posarse sobre su intimidad, con la palma abierta la coloqué sobre su vulva palpitante y la froté un poco suave y otro poco más vigorosamente. La sentí húmeda. Y creí conveniente pasar a otro nivel.

Le dí un beso apasionado y empecé a reptar por su piel, hacia abajo, con el objetivo de llegar a posar mis labios sobre sus otros labios.