Conocí a Evelia en el trabajo, nos veíamos regularmente pero sólo trabajábamos juntos ocasionalmente en realidad, somos de áreas diferentes pero a veces coincidíamos en alguna tarea en particular. Yo sabía que vivía por el mismo rumbo pero nada más.

Es una chica guapetona, tiene un rostro lindo y siempre trae el cabello bien recogido, es chaparrita y algo regordeta, tiene muy buenas piernas y un buen trasero macizo, sus tetas son más bien pequeñas y las tiene un poco caídas; yo la miré atentamente desde el principio. Sobre todo cuando creí notar algo extraño en su mirada.

Yo veía pasión en la forma que ella me veía. Pasión y deseo. Incluso lujuria. Es lo que yo creía ver o a lo mejor es sólo lo que a mí me gustaría ver. No me lo explicaba, deseaba que fuera verdad pero me parecía difícil de creen en realidad, no podía ser.

Después me encontré con que vivía muy cerca de mi casa. Una vez, que nos topamos en el trabajo le pregunté si vivía por ahí porque yo en realidad no la había visto antes. Me explicó entonces que recientemente se había casado con un vecino, miembro de una familia numerosa y conocida en mi barrio, y se había ido a vivir a su casa.

Por esa razón la he topado una que otra vez en la calle, de camino a casa o al trabajo. La constante es esa mirada que tanto me inquieta, no se explicármelo, es como si me pidiera, hasta como si me suplicara llevarla a la cama y poseerla con ardor, con pasión, recorrer con mis caricias y mis besos su cuerpo entero; es como si ella ardiera en deseo y me pidiera enterrarle mi virilidad toda, tumescente, erecta y dura y repetir todo una y otra vez hasta llegar al éxtasis. Ese es el poder de su mirada. Probablemente influye en mis figuraciones el hecho de que debido a la diferencia de altura entre nosotros ella tiene que mirar hacia arriba cuando estamos uno junto al otro. Además tiene unos ojos muy bonitos, almendrados. Total, que para mí tiene una mirada muy sexy.

En fin, que un día hubo una pequeña reunión en el trabajo con motivo de la despedida de una compañera que se jubila. Usualmente no soy muy afecto a esas actividades sociales y trato de evitarlas pero esa vez no alcancé a escapar, quedé atrapado. Pero hubo una parte buena, de pronto noté que Evelia entró a la sala. No ví más personas de su departamento y la noté como un poco desubicada, casi tanto como yo. De pronto sin que fuera algo intencional nos acercamos uno al otro y empezamos a platicar casualmente.